viernes, 21 de mayo de 2010

EL TEMPLO GRIEGO

El templo griego (en griego antiguo ὁ ναός ho naós, ‘vivienda’; diferente semánticamente al latín templum, ‘ templo’) fue originalmente el edificio que contenía la imagen de culto en algunos santuarios griegos. No solía servir como lugar de culto, ya que la veneración del dios, así como los sacrificios a él dedicados, se realizaban al aire libre, si bien podía alojar bodegas sagradas o elementos de culto. Era el tipo de construcción más importante y más extendido de la arquitectura griega. No cuentan como templos griegos en el sentido estricto los erigidos en los territorios helenísticos del norte y este de África, y que siguieron las normas arquitectónicas locales, incluso aunque llegasen a adoptar algunos rasgos griegos. Deben recordarse en este contexto los edificios griego-partos, los templos bactrianos o los edificios de tradición egipcia del Imperio Ptolemaico.

En unos pocos siglos los griegos desarrollaron sus templos desde pequeños edificios de adobe de los siglo IX y VIII a. C. hasta monumentales edificios con dobles salas de columnas del siglo VI a. C., que alcanzaban fácilmente los 20 m de altura sin contar el tejado. Para el diseño recurrieron a los elementos decorativos constructivos específicos de distintos construcción órdenes arquitectónicos, diferenciando inicialmente entre el dórico y el jónico, a los que desde finales del siglo III a. C. se unió el corintio. Se desarrolló una multitud de diferentes opciones de diseño, que se combinaban con los nuevos órdenes arquitectónicos. A partir de siglo III a. C. decayó la construcción de grandes templos, con un breve florecimiento a finales del siglo II a. C. para sucumbir casi completamente en el transcurso del siglo I a. C. Se volvió a acometer solo tareas menores de construcción, renovación de templos más antiguos o continuación para su finalización.

El templo griego se diseñaba y construía siguiente normas firmas, cuyos puntos de referencia clave eran el diámetro inferior de las columnas o las medidas de los cimientos. Los refinamientos estéticos se separaban de la rigidez casi matemática de los principios de diseño. Contrariamente a lo que sigue creyéndose popularmente, los templos griegos se pintaban, en tonos rojos y azules aparte del dominante color blanco. La decoración de figuras era extremadamente rica, con relieves y estatuas en las metopas situadas alternandose con los triglifos en el friso justo abajo del frontón. Aunque los griegos conocían el arco utilizaban una arquitectura arquitravada o adintelada a dos aguas, por lo que en los lados menores de las fachadas formaban un triángulo llamado frontón.

Los templos solían ser encomendados y financiados por las ciudades y por las administraciones de los santuarios, pero también algunos particulares, la mayoría de gobernantes helenísticos, los construyeron y poseyeron. Con el agotamiento de las fuentes de financiación del helenismo tardío y la incorporación de la cultura griega al Imperio romano, los funcionarios de la administración y los gobernantes aparecieron como nuevos clientes y finalizó la construcción de los templos griegos. El resultado fueron los edificios que ahora forman parte de la arquitectura romana, que sirvieron a otros fines y tuvieron formas más desarrolladas.

El Partenón

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